Mi Peor Pesadilla...


MI PEOR PESADILLA

La mujer inolvidable

Por Carlos Zaldívar

Finalmente averigüe como se llamaba. Mariana era el nombre que enaltecía aquel cuerpo esbelto de modelo. Rondaba los veintidós años, creo yo. No lo sabía con exactitud.

Estudiando en los primeros semestres de la carrera de Relaciones Internacionales y Comunicación, nos encontramos casualmente en la biblioteca escolar. Sólo la miré y grabé su figura en mi mente. Obviamente no me atrevía a acercarme y presentarme, así que recurría constantemente a conocidos y amigos que me pudieran ahorrar semejante pena y vergüenza (bueno, así me sentiría al acercarme a ella). Jamás lo conseguí. Pasaron semanas y continuamente Mariana protagonizaba mis sueños todas las noches… y a veces cuando soñaba despierto.

Era un encanto de mujer, o al menos eso era lo que su bello rostro me inspiraba.

Durante todo ese lapso escolar me ilusionaba el día en que la conociera y pudiéramos platicar y pasar juntos toda una noche.

Le invitaría a comer y posiblemente con más confianza la invitaría a cenar y a pasar un rato en mi departamento.

Casi siempre estaba sola, sin amigas y rara vez acompañada de un galán. Podía asegurar que era de esas chicas intelectuales en busca de su alma gemela, aquella que Laura Esquivel describía muy bien en “La Ley del Amor”, y que podía echar a andar el mejor afrodisíaco que existiese en este mundo: La Inteligencia.

Pero el miedo seguía hostigándome y todo se quedó en sueños… dulces sueños.

Antes de la graduación debía hacer realidad ese deseo. Durante todo el lapso estudiantil ella protagonizaba mis días felices y hasta los tristes, y no podía dejar escapar la oportunidad de estar con ella; de bailar y disfrutar una noche maravillosa a su lado.

Así que un día, con el cuerpo casi bañado en sudor, las manos temblorosas y el corazón al borde del infarto, me acerqué cautelosamente. Estuve frente a ella, sin hablar, durante 1 ó 2 segundos, que parecieron una eternidad en el espacio. Finalmente pude hablar:

- Hola. Vas en el otro grupo, ¿verdad?

- Hola, y tú eres…

- ¡Sí! Soy tu gran admirador, pretendiente y estoy totalmente infatuado por ti.

- ¿Sabes? Finalmente lo hiciste. Llegué a pensar que nunca me hablarías y que estaría sola en la fiesta de graduación.

- ¡Fabuloso! ¿Te encantaría pasar la noche de este viernes conmigo?

- ¡Por supuesto!

La graduación sería el sábado y una noche antes estaría con ella. Mi cuerpo se enfrío y el sudor escurría por mis pantorrillas. Me fui a casa frío, mojado y exageradamente nervioso, pero feliz. Sabía que en tan sólo dos días más, Mariana sería mía.

No dormí. En mis pensamientos Mariana era toda mía, nos disfrutábamos como dos locos enamorados sin preocupaciones y con todo el tiempo del mundo. Quería preparar una noche inolvidable para ambos, compraría vino alemán, el mejor whisky y tendría que hacer una selección musical perfecta para Mariana. ¡Que mejor si hubiera tenido la sesión cinco de los Sultans of Swing en ese momento! así que pensé en realizar una recopilación de las mejores baladas; desde Clapton, Styx, Journey, Foreigner hasta Gary Moore, Thin Lizzy y Pink Floyd entre muchos. Esa noche sería mi gran noche… y la de Mariana.

Por fin llegamos a mi departamento. Había recogido a Mariana en su casa apenas al anochecer y me di cuenta que traía una bolsa pequeña e imaginé que traía discos. ¡Genial! Pensé en disfrutarla al máximo y en hacer de esa compañía la mejor experiencia musical, romántica, amorosa y sexual de nuestras vidas. La iba a conocer a profundidad y a experimentar el amor a primera vista.

Llegamos y nos acomodamos en mi love seat. Ya la sentía como mía. Sin más preámbulos y con dos copas con exquisito vino blanco iniciamos las caricias, los besos y lentamente (muy lentamente), fui disfrutando sus piernas mientras sus medias resbalaban por mis manos. La falda larga caería después, junto con una blusa negra, sencilla y sin botones. Tenía el cuerpo maravilloso, mismo que concordaba con esa cara angelical llena de ternura y de inteligencia (lo suponía).

Recordar esos momentos aún me provoca éxtasis y me levantan la libido al máximo. Servía más vino mientras preparaba la música. Ya tenía una selección de varios discos compactos junto a la mesa de servicio. Comenzaría a colocarlos en el equipo modular mientras ella me besaba y recorría con sus labios mi espalda. Todo parecía un sueño, algo irreal. Seguía besándome y yo quería ir más de prisa, pero de pronto se detuvo… alcanzó la bolsa que supuse contenía discos y me susurró al oído:

- ¿Sabes? Quisiera que estos momentos fueran inolvidables, románticos y llenos de placer, sabor a piel, lujuria, sexo y mucha música.

- (¡Que delicia¡) – pensé –

- ¿Los puedes poner? – me comentó dulcemente – traje los nuevos discos de Intocable, Bobby Pulido, Rayito Colombiano y El Buki. ¿Si?

- ¡Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!

Hoy, a lustros de aquella fatídica noche, todavía sueño con su cuerpo. En total silencio.

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