ROGER WATERS EN MÉXICO



Palacio de los Deportes
18 de diciembre 2010
Por: Jesús Garcia Favila

Every gun that is made,
Every warship launched
Every rocket fired,
Signifies
In the final sense
A theft
From those who hunger and are not fed
Those who are cold and are not clothed
Dwight D. Eisenhower


Una de las piezas clave del rock internacional se hizo presente en la ciudad, The Wall de Roger Waters. Disco original de Pink Floyd, banda inglesa en la que Waters fue integrante y líder

Han pasado más de 30 años desde que salió a la venta el disco homónimo y a pesar del tiempo, la vigencia temática y el replanteamiento visual que realizó Waters hacen de esta gira un trabajo admirable y a la vez reflexivo.

El rumbo que ha tomado la historia de la humanidad ha dado pie a que Roger Waters replantee un espectáculo visual en donde la guerra, la soledad, la depresión, la ira, el autoritarismo entre muchas otras cosas, no han dejado de existir. En el fondo, el mundo no ha cambiado, por eso The Wall tampoco ha cambiado.

Las luces se apagan y el alarido de la gente calla la voz local que daba indicaciones de que si no debes tomar fotos con flash, que si los lugares, que quién sabe qué más dijo. Todo mundo se levantó de sus asientos de un salto. Gritos. Aplausos.

La pantalla circular en el centro del escenario y las partes fragmentadas de un muro a punto de construirse se iluminaron de rojo sangre. In the flesh, canción inicial del disco doble que se publicó en 1979, hizo entender a las más de 17 mil voces que el espectáculo apenas comenzaba.

Luces, proyecciones en el muro y pantalla, sonido cuadrafónico, explosiones. Una producción que alcanza los 60 millones de dólares, que para ser en lugar cerrado, con fuegos artificiales y un muro gigante que sabemos que se va a caer, hacen de esta una producción segura para artistas y espectadores.

Escenas perdurables. El maestro de escuela – un inflable de más de 10 metro de altura – acribillado por el coro de niños que bailaba frente a él. El sentimiento de indefensión, nostalgia y abrumadora sobreprotección y control que nos brinda Mother (Big Mother is watching you). Las proyecciones en el muro en donde símbolos religiosos y de empresas transnacionales aparecen como bombas cayendo desde aviones que cubren el cielo, Goodbye Blue Sky. La rabia, adrenalina y depresión que brindaron Empty spaces, Young lust, One of my turns, Don’t leave me now fueron coreados por toda la audiencia mientras que poco a poco un muro gigante se edificaba.

Para cuando el muro se terminó de construir, y dar paso al intermedio del show, los presentes no dábamos crédito a lo que estábamos presenciando. Durante este tiempo aparecieron proyectadas fichas de identificación de activistas desaparecidos o fallecidos en las diversas guerras que han existido, personas desde Salvador Allende, Federico García Lorca y Gandhi.

Las luces se volvieron a apagar y las canciones como Hey You, Nobody Home y Vera hicieran a más de uno derramar una lágrima. Waters logró un estallido en Bring the boys back home al aparecer escenas y fotografías de las guerras que vive y ha vivido la humanidad. Casos como la guerra de Afganistán, el régimen talibán, la Guerra Civil Española, la liberación de India y varias provincias rusas entre muchas otras.

Los músicos detrás del muro. Roger Waters en el escenario cantando Comfortably Numb, mientras que la inmensa pared de 70 metros de largo poco a poco se retorcía formando una espiral donde al final se lograba ver un destello de luz.

“No es un concierto de Pink Floyd si no hay cerdos voladores”, y así lo fue. Fuegos artificiales, un jabalí volando por todo el Palacio, luces, disparos, estandartes y banderas con el logotipo de los martillos cruzados, era el momento de In the flesh y Run like Hell.

Waters quedó atónito al ver cómo los encendedores de todos los espectadores se encendían y se apagaban al tiempo de Waiting for the worms. “It is something that only happens here in Mexico” dijo al finalizar el concierto.

Las luces se apagaron, cae un muñeco de trapo al escenario, comienza la proyección de The Trial en ese muro donde aparecen las animaciones de la película The Wall de Alan Parker, remasterizadas y con partes agregadas. Waters canta y actúa los diálogos de los personajes que aparecen en escena. El maestro, la esposa, la madre, el fiscal y el juez, quién sentencia al protagonista a su más grande temor: estar con sus semejantes.

Tear down the wall! Tear down the wall! Tear down the wall!

Poco a poco, el muro se tambalea mientras imágenes, textos, colores, formas, siluetas son proyectadas tan rápido que parpadear lo haría perder a uno cualquier detalle.

Finalmente el muro cae. Enormes ladrillos colapsan. Humo, luces, aplausos, gritos, llanto. Las luces se encienden en un blanco esperanzador y la última canción del disco Outside the wall interpretada, frente al muro derrumbado, por todos los músicos de la banda de Roger Waters.

“Thank you very much México!” decía Waters mientras que los aplausos sólo demostraban que los agradecidos éramos nosotros.

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