Kiss (Aug 2004)


KISS, sus conciertos.

Dios nos regaló el Rock & Roll, y fuimos hechos para amarlo.

Por Carlos Zaldívar

Una gran deuda estaba en crecimiento, con intereses musicales y sociales que en cada sueño nocturno nos hacía deambular por los cielos y pedir que fuera saldada.

La época dorada de KISS, el simple beso o los caballeros al servicio de Satanás (algo irrelevante) fue en los últimos años de la década de los setenta. Música y un super espectáculo único.

La época de escolapio austero, simplemente acompañado de un radio blanco portátil y buscando estaciones que me permitieran disfrutar de rolas de buen rock. La Pantera” fue una de ellas.

Deambular por los patios de la escuela, jugar de vez en cuando, y cuando la reta descansaba pues a sacar ese radio que hoy en día pasaría cual vil ladrillo en el portafolios.

“KISS”, palabra, logotipo sencillo pero que significaba un vida de porvenir melómano, y que aparecía al abrir los portafolios, cuadernos, estuches y cualquier hoja que estuviera destinada al cesto de la basura. Discos LP’s con portadas satanizadas por mi madre y mi abuelita abundaban por la sala en espera de ser introducidos al tornamesa, como un ritual de abre, levanta aguja, espera caída, baja aguja y slam por los sillones.

Así era una tarde de rock, rock y más rock. KISS estaba en ese repertorio.

Finalmente algunos jóvenes mexicanos se aventuraron a la tarea de negociar con el grupo para que viniera a toca a la Ciudad de México. Era el año de 1980. Estaban confirmadas las fecha para el mes de agosto, pero tiempo después, Y COMO BUEN PAÍS TERCERMUNDISTA Y FANÁTICO, se hizo de nuestro conocimiento que tales conciertos se cancelaban. ¿Por qué razón? KISS había contraído una deuda con sus fans mexicanos. La espera continuaba. Aún en este país hay enemigos del ROCK, y por ese entonces muchos periodistas amarillistas y padres de familia, se vieron involucrados en tal propaganda de desprestigio, como una lepra musical; incluso a shanik bergman (así, en minúsculas) se le juntaron otros secuaces protectores de la religión, el buen gusto y la ignorancia musical.

Pero un abono a tal deuda sucedió a finales de es mismo año, cuando KISS se dejó venir en un tour promocional que congestionó todo el Camino Real, los lugares aledaños y en general a media Ciudad de México, simplemente para demostrar que somos muchos jóvenes rockeros ansiosos de conciertos. Así la deuda de un concierto de KISS se acrecentó con los años. Pasaron muchos meses y se dieron cuenta de que KISS vendía más parafernalia y souvenirs que música, así que se desmaquillaron y empezaron giras con un nuevo rostro de KISS. Finalmente llegó el año de 1994, y ya habían pisado el Palacio de los Deportes, Guns ‘n Roses y Van Halen, así que también se anunció el primer concierto de KISS (sin maquillaje) en la gira de Monsters of Rock.

Mismo concierto no llamó la atención, poca afluencia y tan sólo por ver a unos integrantes que no conocíamos (su identidad era el maquillaje). Así que la deuda seguía.

Pasaron pocos años y el fenómeno resurgió por tanto fervor de sus fans: KISS volvió al maquillaje y con sus integrantes originales. Una nueva gira y esta vez incluyeron a México. Gene Simmons, Paul Stanley, Ace Frehley y Peter Criss se presentaron en el Palacio de los Deportes, con un súper espectáculo visual de fuego y láseres que acompañaban a altísimos decibeles y a cuatro personajes sacados del infierno.

Al inicio pensé que la deuda estaba por saldarse, pero al final, sólo bajó un poco. Simmons y Stanley se enfocaron más en el espectáculo visual que en lo musical, por lo que faltaron bastantes hits de la época dorada.

Para el año de 1999 vuelven con la gira de Psycho Circus. Para esta época la edad y el ritmo de vida, parece que anunciarían sus últimos días de rock ‘n roll. Esta vez se presentarían en el Foro Sol de esta ciudad, con otro espectáculo magno, y ahora en tercera dimensión. Excelente música, y ahora los hits se dejaron oír, pese a la mala acústica del foro. ¿Por qué no construir un anfiteatro? En fin, pasaban los meses, la deuda crecía y disminuía. Algo faltaba.

Los álbumes seguían creciendo, pero ahora en formato de CD; seguían haciendo fila frente al CD Player y algunos LP’s frente al tornamesa de los recuerdos. El ROCK se lleva en las venas y no se deja tan fácil, es una droga placentera con adicciones suculentas. Aún abro el portafolios y sigue desgastándose y despegándose aquella calcomanía de la secundaria: Detroit Rock City.

Finalmente se anuncia el “Farewell Tour”. Una gira de despedida mundial pero que esta vez no llegaría a México. Así que de ipsofacto y con el viaje a tierras canadienses, obtuve mi boleto para ver a KISS, en su última gira (aja, ¡como no!) en la ciudad de Hamilton, a pocas hora de Toronto y de Niagara, Canadá.

Esto sucede en septiembre del año dos mil. Un anfiteatro de un país del primer mundo, un lugar donde la gente no corre a esconderse ni los locatarios bajan sus cortinas de hierro y los negocios cierran puertas, todos, al ver caminar a miles de “Black T-Shirts” con imágenes de cuatro infernales seres. Un lugar idóneo para conciertos, con una distribución para sentarse cómodamente y otra para el Slam más violento que pueda suceder; una acústica del nivel que el ROCK se merece y lo que faltaría.

Para este concierto abrió un grupo nuevo que ni el nombre recuerdo, pero el segundo lugar estuvo a cargo de SKID ROW, quienes siguen al pie del cañón y dando batalla para que el ROCK se engrandezca.

El plato fuerte: KISS. Ahí parado y agradeciendo a los Dioses del Olimpo dejarme presenciar lo que sería el último concierto de los cuatro originales jinetes de Apocalipsis. Fue un concierto al máximo, en todos los sentidos, con imágenes, fuegos artificiales, luces… pero sobre todo una cadena de hit tras hit… lo mejor de lo mejor.

Pareciera que adecuaron un concierto tercermundista para un país tercermundista, en el caso de sus presentaciones aquí en México.

Al término de ese concierto, y todavía sorprendido de la magnitud y el poder que cuatro adultos pueden generar en un pequeño escenario, caminé por la ciudad.

El alboroto es controlable y la ciudad volvió a la calma. Pude disfrutar de “Beth” en la voz exclusiva de Peter Criss en un estado de romanticismo muy elitista.

Después de esta gira y como el cuerpo necesita trabajar… necesita vitaminas y energía para seguir viviendo, Gene y Paul se reúnen para editar el cuarto álbum en vivo: “ALIVE IV”, esta vez con sinfónica y grabado en Australia. Ya no están los cuatro pero Eric Carr ya casi es de la familia. Así pues, vuelven a emprender el vuelo de una nueva gira.

Y hoy, nuevamente se incluye a México dentro de las paradas. Esta vez fue el 17 de Agosto pasado, con un malísimo grupo abridor de nombre Moderatto, quienes se la pasaron brincando e imitando a algunos grupos y con pésimos covers.

Así pues, y en punto de las 9:30 horas de la noche, presenciamos el inicio de lo que sería un fastuoso concierto. ¿Por qué estaba allí? Estuve en los conciertos anteriores y también en el máximo concierto de despedida, con los cuatro originales y con un repertorio de primer nivel. La respuesta era sencilla: esta vez acompañé a Ricky y a Carlos. Presentes los tres, frente al escenario. Motivo más que suficiente, ¿no?

Arrancaron con “Love Gun” y a partir de aquí la euforia no paró…. Hasta un día después.

Fue éxito tras éxito y el espectáculo visual asombroso, y más lo fue porque por primera vez y seguramente por única vez, Ricky y Carlos lo pudieron disfrutar, para contar en un futuro lejano a sus hijos.

Gene Simmons, Paul Stanley, Eric Singer (en la bataca) y Tommy Thayer (en la guitarra) siguieron con Makin’ Love, Got to Choose, Christine Sixteen, Shout it Loud, I Want You, Psycho Circus, Unholy, 100,000 Years, Detroit Rock City y muchas más. Para cerrar con broche de oro y a las palabras de Paul: “Viva México Cabrones” se arrancaron con I Was Made For Loving You, God Gave Rock ‘n Roll To You y Rock ‘n Roll All Nite.

El espectáculo, similar al Farewell Tour será inolvidable: Simmons volando, brincando, emulando sangre por la larga lengua, y pisando fuerte con tremendas plataformas. Paul viajando por el escenario, Eric subiendo en una plataforma con todo y batería y Tommy haciendo lo suyo al compás de sus compañeros.

Todo un éxtasis acompañado de mucho estruendor, fuegos, luces, explosiones, altos decibeles, energía pura, euforia, gritos y cánticos.

Simplemente fue una noche feliz al ritmo de ¡KISS, KISS, KISS…! Y dedicada a Ricky y Carlos, para quienes esa noche será inolvidable.

Carlos Zaldívar

carlos@zaldivar.org.mx

1 comment:

Marilu Reyes said...

La época dorada de KISS, me contagias de la pasión con la que describes todo lo vivido, sin duda como papás buscamos dejarles algún legado a nuestros hijos, definitivamente tus hijos seguirán con ésta pasión por la música por el rock, por las buenas bandas y seguro harán sus propias experiencias. Cómo olvidar el maquillaje de KISS simplemente único, impactante ... alucinado.... si palabras. Gracias Carlos por lo compartido.