Marilyn Manson
El Reverendo en tierras guadalupanas.
Por Carlos Zaldívar
Ni el alboroto de la gente (por llamar así a la ignorancia vertida en dos patas y un cerebro envuelto en celofán) pudo detener la presencia de este músico controvertido en tierras regiomontanas. Y la historia se repite similar o mayor a lo sucedido hace seis años en la ciudad de México. Mismas protestas para quedar en vergüenza ante el primer mundo. Así pues, llegó el esperado siete de noviembre para entrar al recinto situado en el Autódromo de la ciudad, el Foro Sol. Emprendimos el viaje para asistir a la misa que celebraría el Reverendo Manson (beatificado, canonizado, idolatrado y pontificado por Antón S. Lavey) junto con un trío de grupos que jugarían el papel de “monaguillos”.
Sería una larga misa, casi uno de esos retiros evangelizadores donde la gente reza, canta se alegra, y al final extiende los billetes en forma de agradecimiento; pero aquí eso no bastaría. Debíamos concebir y ser partícipes del mensaje de Brian Warner, personificando al Reverendo Manson, en el escenario. Al filo de las dieciocho horas dio inicio a la primera lectura, a cargo de los finlandeses de Apocalyptica, quienes ahora se convirtieron en trío de cellos agregando una batería. La esencia la perdieron y esta primera lectura dejó (a mi manera de pensar) mucho que desear y poco por disfrutar. Unos minutos para cambiar instrumentos y la segunda lectura estaría a cargo de Mudvayne, quienes alguna vez se caracterizaron por tener pintura en el rostro y esta vez vinieron como partícipes en una playa nudista; al igual musicalmente.
Apareció un escenario oscuro, tenebroso y lleno de alegría (como una espiga dorada por el sol) y como fieles servidores masoquistas se desplomaron los músicos y dos extravagantes coristas (por no decir mujeres de la vida nocturna, fácil y perversa) a los pies de Manson. Daba inicio el evangelio de ese temprano ocaso con violines prestados del ángel de las tinieblas. Apareció de entre las penumbras, vestido de negro, físicamente más degradado en estos últimos años, pero conforme avanzarían los cánticos sagrados demostraría su madurez musical durante este lapso. Y después de terminada la sesión de insultos, lluvia de vasos y papeles; iniciaba con la rola “This is the new shit”, a la que le siguieron “Rock is dead”, MObscene” con bailes extravagantes, eróticos y sado masoquistas por parte de sus “coristas” quienes siempre estuvieron dispuestas al sometimiento del Reverendo, “The dope show” y “Doll Daga”; pero aún faltaban palabras sagradas. No dejaba de incitar a los discípulos de esta religión, quienes sólo creen en el hombre como tal; jugaba y revoloteaba como cuervo atisbando a sus presas, esas dos hermosas mujeres carentes de alma.
Tras un alarido desgarrador de Manson, entonaron los primeros acordes de lo que sería la ovacionada y espectacular “Sweet Dreams”, misma que los Eurythmics estelarizara algunos lustros atrás, misma rola que cualquier sordo mudo podría detallarnos explícitamente; y es que el personaje de Brian Warner se transformó en un infantil suicida sádico. Con esta homilía, Manson personificaba todas las obras de sus principales seguidoras, que por cierto estaban en la primera fila del Foro Sol, sentados unos junto a otros mirando y alabando a un colega, estaban ahí Lavey, Sade, Freud, Nietzsche, Teresa de Calcuta, Juan Pablo, Dalai Lama y San Agustín entre otros; y más atrás se veían los hologramas fantasmales de Marilyn Monroe y Charles Manson (honor a quien honor merece); todos aplaudiendo. Sweet Dreams fue un total orgasmo mental del cual no olvidaremos las escenas sadistas tras bambalinas (Manson y sus mujeres jugueteando) y la lujuria a su máxima expresión.
Fue un total viaje del sado masoquismo hasta lo infantil, porque el Reverendo entonaría la letra de Small World, misma que se utiliza de fondo al entrar en la pequeña lancha del pequeño mundo de Disneyland junto a otros niños. Esa misma tonada que alborotaría las casi cuarenta y siete mil almas aclamándolo. Y con esta suave escena, aparece el Reverendo vestido de Mickey Mouse, tergiversándolo malévolamente, quien entre sonrisas y blasfemas, nos deleitó con un show inimaginable para todo espectador, incluyendo al señor Walter E. Disney. Simplemente todo un maestro en el escenario del mal.
Las nubes ennegrecieron la luna, y llegado el encore, se desató la bestia del Apocalipsis, cerrando con broche de oro: “Beautiful People”. ¿Qué más podría ofrecernos el señor de la polémica ancestral? Seguramente vivimos en “
La despedida estuvo a cargo de KoRn, buenas rolas y muchos gritos. Nada fuera de lo normal.