SOLEDAD
Despierto solo. El tiempo va deprisa y contemplo las manecillas. Sé que tengo que levantarme. No hay sol, tan sólo unas nubecillas grises y la esperanza de que no llueva.
Hay mucho silencio y no hay televisión con noticias para escuchar. El silencio agobia. Me levanto y enciendo el radio. Hay buena música.
Volteo y nadie está a mi lado, nadie hace ruido con la secadora. Ésta se encuentra en su cajón y lentamente se llena de polvo. No se utiliza.
Es tarde y sé que tengo que salir. Camino despacio hacia la avenida. Uno de tantos microbuses se encargará de llevarme a la estación del metro. Durante el camino observo que la gente lleva prisa, va corriendo. Otros, mientras tanto, se preparan para instalarse en la esquina y vender desayunos muy baratos y nada nutritivos.
Durante el viaje, prefiero cerrar los ojos, evitar la total apatía de los conductores vecinos. No existe convivencia entre vehículos ni transeúntes. Así es la ciudad. En los vagones del metro es igual. Camino lentamente, sé que ya se hizo tarde, y espero llegar pronto por el café mañanero.
Llego finalmente al trabajo. Frente a la computadora me siento como en otra dimensión. No sé que hacer ni como empezar porque no sé en donde me quedé. Empiezo a divagar y prefiero distraerme en el periódico con las recientes noticias de este planeta y de la porquería de ciudad en que vivo.
El reloj marca las diez horas de la mañana y no avanzo. ¿Qué motivante puedo obtener para avanzar?
Así pasa el tiempo y llega la hora de la comida. - ¿Sigues atrasado?- Me preguntan.
El zapatero, quien lleva algunas décadas en la misma esquina, parece no inmutarse ante las circunstancias que lo rodean. Sólo obtiene lo suficiente para sobrevivir.
El bolero de la contra esquina, igualmente. Camino y pienso: ¡Tan fácil que sería vivir así!
Más bien sería tan fácil que no valdría la pena vivirla. Si las cosas fueran fáciles…
Regreso sólo con la prisa y el ansia de que el reloj marque las dieciocho horas. Quiero salir rápido, llegar temprano a casa y dormir. Quiero apresurar el reloj. Ya falta poco.
Duermo tranquilo, o al menos eso pienso, y la cama sigue igual. Todo es material…. Sin esencia.
Entre sueños y pesadillas pienso en ti. Quiero detener el tiempo pero la alarma del reloj me despierta antes de que yo quiera. ¿Por qué otra vez?
¿Acaso no estaba acostumbrado a estar solo?
Y así han pasado estos últimos días. Me falta la persona que contribuye a la armonía de mi vida. Me falta eso precisamente: El motor de mis sentimientos… eso sí, aunque nos enojemos de vez en cuando, pero si no, pues que razón tendría seguir solo.
El futuro que nos depara lo estamos forjando. Sólo quiero y pido a nosotros mismos y a Dios que el Amor nunca nos falte, que la paciencia, la tolerancia y la buena convivencia siempre estén presentes.
Por que tan sencillamente es sentir: TE AMO. Y todo lo que conlleva este amor, como cariño, pasión, entrega y deseo.
Por siempre.
C. 101901.
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