Dónde el tiempo ya no importa


 
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EL TIEMPO Y UNA PINTURA

Ene mil veces que me han dibujado, retratado y tomado fotos; aunque, generalmente han sido por alumnos y colegas con objeto de diversión. Algunos de esos “recuerdos” los conservo; y, es más, me he hecho algunos.

Pero, ¿una pintura sobre mí? Sería algo raro y muy fuera de lo común. ¿Puede ser como una fotografía con vida? ¿O cómo?

Rotundamente contesté con un “NO”, a esa pregunta, para ver si deseaba ver con anticipación una magnífica pintura sobre mi persona; que sería expuesta y develada en la jornada del Día Cultural en Querétaro. Y supuse el adjetivo “magnífica” porque la autora es pintora, con experiencia y con una tremenda mente que no se duda de su habilidad, ni como pintora, dibujante y tatuadora… ni persona.

Y ajetreo tras ajetreo durante este reciente sábado veintiséis, ya observaba que la obra en cuestión había nacido y la luz del Sol la hacía brillar. Debía y deseaba darme el tiempo para ir a “observarla”.

Minutos más tarde, la curiosidad llegó y los miles de murciélagos que habitan en mi abdomen, comenzaron a alborotarse, y comenzaron a desesperarse… me empujaban hacia aquel pequeño caballete de madera, clara y montado sobre una silla.

Así que emprendí el viaje, a paso lento hacia “la obra”, sin importar el tiempo en que tardara, porque ya no importa el tiempo en mi vida; sólo fluyo y no llevo prisa.

Y en pocos segundos, me encontraba a unos centímetros de tan brutal pintura, quedando estupefacto, frío, anonadado, congelado de sentimientos, vacío como un nihilista puro y sin tabúes; quedé impresionado al verme en un espejo de carne y hueso, mostrando mi ser, sin piel, con la mirada profunda, al espacio, en dónde no existe el tiempo, con las líneas de la depresión y tristeza aún marcadas, como heridas indelebles. Heridas que hoy fueron curadas por la mujer que amo, un status sentimental y emocional que me ancló las piernas al piso, sumergiéndolas tan profundamente, que, aunque quise acercarme y tocar la obra, no pude. Estaba enterrado en mí mismo, y estuve sí por larguísimos minutos, toda una eternidad.

Aún tengo el fresco recuerdo de ese momento, y sigo preguntándome, ¿qué tan poderosa es la mente de la autora?  Y en qué momento se introdujo a mi mente para hurgar un poco, y acercase un tanto a mi corazón, porque, aunque me falta contarle muchas situaciones, aseguro que ya las palpa por anticipado.

Una gran pintura, que, a lo largo del día, pude observar que puso a pensar a más de una persona que se detuvo a apreciarla, contemplarla y a recibir algún efímero disparo emocional.

Seguro que así fue.

Un momento, ayer, de tan sólo algunos minutos, que ya quedó tatuado en mi mente, en mi alma y en mi corazón. Una imagen grabada en lo más profundo de mis heridas, ya sanadas.

Emma, mi amor, mil gracias por amarme tanto.




Gran foto, ésta, con la autora:




Brenda, en verdad, gracias por tan tremenda pintura que refleja mucho o casi todo de mí.

 

 

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