Más de ACDC.


AC/DC: Lo clásico con mayúsculas.
Por Donaciano Fabián

A Nicolás Neil García Ortega,
con la esperanza de que los caminos del Metal
le conduzcan a otras emociones estéticas.

Hace algunos años alguien me preguntó cuál es la quintaesencia del rock, y en ese momento no supe que contestar con precisión. Recuerdo que le di muchas vueltas a la respuesta, pero no contesté algo concreto. Sin embargo, hoy, después de asistir al concierto de AC/DC en el Foro Sol hace algunos días, ya tengo una respuesta precisa a aquella pregunta: La quintaesencia del rock es la música.
Vaya, pues, si nos ponemos un poco académicos, podemos afirmar que “Todo rock es música, pero no toda música es rock”. Esto significa que hay cada infame que asegura que hace rock, cuando lo único que hace es ruido o, en el mejor de los de los casos, hace música… pero esa música nunca, pero nunca llegará a ser rock.
Y es que lo que hizo AC/DC durante su apoteósica presentación en el Foro Sol fue dejar muy claro que sabe hacer Rock (así, con mayúscula) y nada más, pero también nada menos.
El día del concierto escuché en los pasillos del Foro Sol cómo un párvulo preguntaba a su melenudo padre: “¿Qué toca AC/DC pa’?” Pues rock, hijo, rock, contestó categóricamente el adulto aquel. Esa respuesta no pudo ser más precisa.
En efecto, más allá de dimes y diretes, de clasificaciones, divisiones y subdivisiones a las que se somete al rock en general y al metal en particular, la banda australiana por antonomasia pinta su raya, marca distancia y hace su música. Y si ésta es estridente y rasposa, tiene un alto voltaje, se mueve al filo de la navaja y hace sonar campanas infernales, entonces la voz aguardentosa de Brian Johnson tiene razón cuando grita Hell ain’t a bad place to be.
La presentación de Angus Young y compañía fue un auténtico derroche de energía musical, aderezada con un buen escenario, un sonido impecable, unas luces en completa sincronía con la música y una potencia perfectamente ecualizada. Y si a esto le agregamos el brío y la experiencia de la banda, así como el delirio y el ímpetu orgiástico y orgásmico del “respetable público”, el resultado es una experiencia sublime, extática y estética.
El concierto de AC/DC, en más de un sentido, fue un concierto de música “clásica”, como dijera el maese José Agustín. Qué puede ser más clásico que el inveterado himno Highway to Hell, la sicalíptica Whole Lotta Rosie y la esotérica Back in Black , por mencionar solo algunas de las rolas que esa noche hicieron vibrar el graderío y las paredes del Foro Sol. Let there be rock no’mas.
Fue también un concierto de música clásica porque en las notas de la Gibson SG que empuña Angus Young reverbera el espíritu del gran Chuck Berry –¿de dónde creen que salió el “paso del pato” que baila Angus?–. Y qué decir de la resonancia impregnada del sonido bizarro de Jerry Lee Lewis y la locuacidad extrovertida de Little Richard, aunque los australianos no usan teclados, el ritmo es el ritmo, la música es la música y el rock es el rock… Y aquel que esté libre de prejuicios que arroje su primer aforismo.
Vale la pena mencionar que para algunos fans recalcitrantes y –paradójicamente- incondicionales, los conciertos de AC/DC también son clásicos pero en un sentido diametralmente opuesto porque “noche tras noche tocan los mismos temas”. Vale la pena echarle un ojo al siguiente link para analizar la postura de esos fanáticos que, me parece, hacen una crítica muy legítima a sus ídolos.
Bien por ellos, porque a pesar de ser fieles seguidores de la banda, no están enajenados y tienen la capacidad de analizar, ejercer la crítica y sugerir. No en balde han asistido, en conjunto, a más de 157 conciertos del grupo. Chéquenlo y fórmense su propia opinión: http://www.ac-dc.galeon.com/ultimasnoticias.htm
Vale. Salud y buen rock, larga vida al rock y For Those About To Rock (We Salute You).


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