En excelentes foros y grupos los errores son comprobación de que no hay PLAYBACK.
Por Carlos Zaldívar
“Originalidad no es hacer algo que los demás no hacen,
Sino hacer algo que los demás no puedan hacer”
No me pregunten quien dijo esto.
Ya casi al marcar las doce horas con casi cuarenta minutos, al término de esta tocada, escuché: - “Estos no están tan feos y si tocaron bien” –
Acaso para tocar excelente, los integrantes deben estar “carita”. Bueno, en el caso de muchos artistas, es lo que ha pegado y que además ellos mismos creen “que si tocan bien”; y para muestra tenemos miles de botones.
Pero, en este caso, mis ferroviarios amigos, no se trata de estar o no “carita”, sino de tener carisma y que todos converjan en el mismo canal, mismo sentido de la vida musical.
Aquí, estamos todos.
El pasado viernes siete de noviembre, nos dimos cita para otro concierto de la excelente banda “Tren Montealto”. Pero, por supuesto, que me llevé a algunos discípulos dispuestos a apreciar tan sublimes gustos musicales.
Dio inicio poco después de las once horas con cuarenta minutos, y de entrada les agradezco la “dedicatoria” a un servidor del evento, y por supuesto el saludo personal de cada uno de ellos.
Esta vez nos dedicamos a poner énfasis en las letras y en escuchar con mayor detenimiento a cada uno de los instrumentos, a degustar tan deliciosas rolas como la de “No Me Puedes Ver”. Ya la primera impresión había pasado y esta noche me preparaba a digerir con más lentitud la complaciente tocada.
Beto, sorprendido de la falta de algo, nos pidió disculpas por no haber encontrado ese original letrerito hecho a mano que pedía “aplausos” a los asistentes.
Al fondo se leía “Tren Montealto”, con muy bonita letra (imagino que se escribió con el pie izquierdo) y que rolas después mostraron su reverso: “myspace.com/montetren”.
Una falla que no esperaban, o posiblemente ese letrero ya esté en poder del dueño de lo ajeno y lo esté presumiendo.
Por otra parte, Erik batalló un poco con el audio y distorsión del bajo. ¡Hasta en las mejores bandas pasa!
Lo importante es que esta súper banda sabe lo que hace, toma conciencia de sus faltantes (que ya son menos) y sobre todo, tiene el ímpetu de seguir adelante, navegar contra marea, seguir contra la corriente y finalmente agraciar a cuan rockero se pose frente a ellos. Esto SÍ es importante, es el valor de la vida misma cuando se hace lo que se quiere hacer, lo que se sabe hacer y cuando se tiene PASIÓN por hacerlo.
El ROCK no es una corriente musical ni un tipo de música: es una “forma de vida”, una “religión” y el éxtasis del ser humano.
Pocos son los que visualizan el gran camino que hay que recorrer, siempre largo, y con mesura y constancia alcanzarán esas metas que se propongan. Estos trenes, mis amigos, tienen el objetivo muy claro.
¡Adelante!
Nuevamente gracias, y por cierto: no pidan perdón ni se disculpen. Excúlpense de ser necesario, que quienes sabemos la ardua labor que tienen como misión lo comprendemos perfectamente.
Desde que uno transbordaba en la estación del metro centro médico, de la línea 3 a la 9, se podía ver en los andenes a los bizarros feligreses del metal dirigir sus pasos rumbo al domo de cobre, convertido esa noche de aquelarre en el santuario del más genuino metal. Los estampados en las camisetas anunciaban el origen del ritual: Screaming for Vengance, British Steel, Angel of Retribution o Painkiller, eran los señalamientos del sendero que indicaban el rumbo paraasistir a la ceremonia sagrada de los Dioses del Metal: Judas Priest.
Al llegar a la estación velódromo, el gigantesco gusano naranja literalmente vomitó auténticas hordas de neófitos e iniciados en eso que los historiadores del rock llaman Heavy Metal. Ninfas pálidas y ojerosas de azabaches cabelleras, efebos de ojos vivaces forrados de estoperoles, chamarras de cuero, pantalones desaliñados, luengas cabelleras y hasta un trajeado, eso sí, de negro, evocando más a los “Blues Brothers” que a un burócrata de la Secretaría de Hacienda. Todos, absolutamente todos, dirigían sus pasos a la entrada principal del Palacio de los Deportes, alborotando los polvos de la urbe y los gritos de los vendedores de la parafernalia del concierto. ¡Llévese el recuerdo del concierto, güerito! ¡Lléveselo!¡Lléveselo!
Apenas unos minutos antes del concierto, la energía contenida en la humanidad de los asistentes ya se desbordaba en la pista y en las gradas. Se apagaron las luces y el éxtasis hizo eclosión. La emoción a todo galope siguiendo las espesas notas de la lira de Eric Peterson, la aceitosa voz de Chuck Billy y el resto de la veterana banda californiana “Testament”, fieles acólitos del sacerdote Judas, a quien ya habían acompañado en la gira norteamericana de Painkiller.
La descarga de adrenalina comenzó. Una corriente eléctrica iba y venía por la columna vertebral de los asistentes. El preámbulo no podía ser mejor. Frenético movimiento de melenas, puños en alto y choque de cuerpos en la pista. ¡Atásquense ‘ora que hay lodo! –Gritó alguno de la audiencia–. Aperitivo viscoso y veloz. Máquina de energía y movimiento. Pulso acelerado y una hora de estimulante canapé musical. El quinteto californiano fue un tónico que con altos decibeles interpretó la antífona de entrada del plato fuerte: Judas Priest.
El éxtasis de los sentidos, la llegada al Olimpo y el delirio de la concurrencia.
Ladies and Gentlemen: “Los Dioses del Metal”. En la epíclesis de su música, la potente y aguda voz del pontífice Rob Halford; el feroz y duro sonido de las hachas de K. K. Downing y Glenn A. Tipton; el veloz golpeteo del instrumento de Ian Hill y la contundencia en las percusiones de Scott Travis, no podían menos que arrancar un ensordecedor alarido a los feligreses del metal. Torrentes de adrenalina en el cuerpo, gargantas desaforadas, pies con ritmo acelerado, torsos chocando, coros estridentes siguiendo la batuta del Sumo Sacerdote. Espíritus en absoluta comunión.
Durante casi dos horas, los miles de fieles metaleros tuvieron “una sola alma y un sólo corazón” orientados al infinito, al Olimpo del Rock, para rendir pleitesía a los “Metal Gods”. Los headbangers de México vibraron al unísono. En esos momentos un espíritu recorrió el domo de cobre: El espíritu sublime de Judas, el sacerdote. “Priest is back”, anunció su vicario Halford, quien enfundado en una tiara plateada y báculo en mano, comenzó el hechizo del rito... El viaje por la Estigia sacerdotal fue alucinante. La emoción estética de la presentación fue un devenir entre lo saturnal y lo místico. Aquel que halla quedado libre de espasmos, que tire su primer disco (de Judas, ¡of course!).
De las profecías de Nostradamus a la realidad del caos mundial, el Pontífice nos bendice.
Por Carlos Zaldívar
“Bendice Judas a Fans en el Palacio”
Periódico Reforma
“Ceremonia de Heavy Metal”
Periódico Excélsior
“Misa de Terror”
Periódico El Universal
“Dios está calvo, y canta Heavy Metal”
Periódico La Crónica
“Dios está entre nosotros, Dios camina entre nosotros… se llama Robert John Arthur Halford”
Alguna reseña en Internet
Tanta gente no puede estar equivocada con respecto a la religión del Heavy Metal: Judas Priest son los dioses del metal (Metal Gods) y gobiernan desde Santa Sede.
En el mes de diciembre de 1503 cuando Michel de Nostradamus vio la luz del mundo por primera vez, en St. Remy, Francia, nadie imaginaría el impacto social sobre la humanidad.
Estudió medicina, astrología, idiomas, filosofía, matemáticas y astronomía entre otras cosas. Tuvo éxito en el tratamiento contra la “Muerte Negra” (plaga bubónica) pero desafortunadamente más tarde, esta enfermedad terminó con su esposa y sus dos hijos en 1534. Fue perseguido por la inquisición, así que vagó por varias ciudades de Italia y Francia. Por este motivo no había dado a conocer sus famosos “cuartetos”, y para 1555 su obra salió bajo el título de “Las verdaderas centurias y profecías” donde anticipa el futuro de la humanidad hasta el fin del mundo en el año 3797.
Esta obra que dio fama a Nostradamus es una colección de enigmas y profecías en verso, publicadas en cuatro "centurias" o volúmenes de cien cuartetas cada uno, que en 1558 fue completada por otros seis volúmenes. Cabe destacar que no se encuentran en orden cronológico.
La forma en que está escrita, hoy en día, da cabida a decenas de interpretaciones, amén de sus traducciones. Gracias a la tecnología esta gran obra tiene muchos desviaciones en cada cuarteto, en general para malas profecías (guerras y muertes), pero también tiene las contrarias.
En el cuarteto noventa y nueve de la VIII Centuria, se lee:
“Por el poder de los tres Reyes temporales,
A otro lugar será transferida la Santa Sede,
Donde la sustancia del espíritu corpóreo,
Será repuesta y recibida por verdadera sede.”
Así pues, la Santa Sede está hoy ocupada por los Reyes y Dioses del Metal: Judas Priest, una de las más grandes bandas que haya visto nacer y crecer la humanidad.
El pontífice, Rob Halford (57 años), para componer y dar a conocer el nuevo álbum de la banda: “Nostradamus”, se basa en el libro “Nostradamus: The Good News”, del autor Mario Reading (ver: http://uk.youtube.com/watch?v=3tc8QuvLvsU), además de las mismas Centurias, escritas por Michel.
El álbum doble “Nostradamus” es una obra “conceptual” donde las composiciones metaleras son continuas, unidas por la conmoción orquestal que nos brindan los hechos históricos.
Es una majestuosa obra donde aquellos cuartetos escritos en el siglo XVI cobran vida y que, nosotros al repasarlos, recobramos el sentido del porque de nuestra existencia: “Long Live Heavy Metal”.
Sin más ni más, con todo este preámbulo, iniciamos los preparativos para la misa de sanación, en la misma noche de brujas: el viernes último de octubre.
Después de pasar más de cuatro horas y media en el maldito tráfico de esta bendita ciudad, arribamos al domo de cobre. La antífona estuvo a cargo de los thrasheros californianos de Testament, donde cabe resaltar la premisa de Chuck Billy: “Heavy Metal is Forever!”.
Minutos más tarde, cuando las manecillas giraban en torno a las nueve horas con cuarenta y cinco minutos, el domo quedó a oscuras. Iniciaron los acordes de la introducción “Dawn of Creation” y lentamente Scott Travis fue subiendo al escenario, posándose tras la batería y tomando las baquetas, para que finalmente iniciara la primera rola: “Prophecy”, con unos estruendosos riffs de KK y Glenn. Ian ya estaba atrás de ellos. Al avance de esta fastuosa rola, repentinamente el pontífice Halford emergió en un elevador hacia el nivel de la batería, sosteniendo el venerable báculo con la mano izquierda, mostrándolo a los fieles que estábamos frente a él, recibiendo la bendición.
Rob continuaba caminando lentamente, paso por paso, luciendo su hierática sotana cubierta con estoperoles para clavar en nuestros tímpanos: “I am the darkness, Born out of light, I am the force, the fire, that burns here tonight...”. Prophecy en su máxima dureza.
Inmediatamente después hicieron un “autotributo”, con merecido respeto, y se lanzaron con “Metal Gods” e “Eat Me Alive”.
Cuando llegó “Between The Hammer And The Anvil” los fieles devotos ya estábamos en plena comunión, disfrutando las sagradas escrituras (y partituras) de estos misioneros del metal, para que siguiera “Devil’s Child”.
Grandes coros, enormes vocales del santo padre con excelentes combinaciones de tonos agudos, mismos que se exacerbaron cuando nos preguntó: “Breakin’ the what?”, “Breakin’ the what?”… y al unísono cántico sagrado medieval gritamos “THE LAW!”. Y llegó: “Breaking The Law”.
“Hell Patrol” hizo lo propio. Fue como una introducción para “Death”, porque detrás y debajo de la batería apareció Rob en la silla papal, empujada por un monje (franciscano seguramente). Esta imagen quedó grabada en nuestra mente como la imagen santoral a quien le rendiremos tributo y encenderemos veladoras cada primer día de mes.
Llegaron “Dissident Aggressor” y una extraordinaria balada metalera “Angel” que cuando los dulces decibeles se filtraron en mis oídos, miré a mis acompañantes… e hicimos una breve inclinación hacia el escenario.
El fondo, como un “screensaver”, cambió de inmediato. Sabíamos que vendría “The Hellion / Electric Eye”; y la profecía se cumplió. El domo retumbaba con:
“Rock Hard, Ride Free” vino rematando al gigante ojo eléctrico y después de unos segundos a oscuras, la aguda y penetrante voz del santo padre del metal nos indicó que era “Sinner”. Excelente penitencia para todos los pecadores presentes, de larga duración y coros; sobresaliendo los riffs de Tipton y Downing (el líder de la banda); Halford ya había conquistado el escenario, al empotrar las banderas de la banda en las esquinas del mismo. Judas Priest, por los siglos de los siglos.
Ya estábamos orgullosos de ser pecadores y el perdón lo buscamos tras refugiarnos con el gran Sacerdote, listos para aceptar cualquier penitencia vulgar.
¡Faltaba la Harley!
¿La traerían?
En tan pocos segundos, y tras los cánticos de “Judas, Judas, Judas…” se dejaron escuchar los 1200 centímetros cúbicos de una enorme Harley, cuyos decibeles son marca registrada, y al unísono del acelerador, Halford y sus misioneros se aventaron con la dolorosa “Painkiller”, rematando con “Hell Bent For Leather” y finalmente la Harley Davidson quedó para el recuerdo.
Al encore llegó la inimaginable y antigua pero espectacular rola “The Green Manalishi (With The Two Prongues Crown) con la que los devotos asistentes descargamos nuestros últimos cánticos.
Y para cerrar con broche de oro y platino, llegó “You’ve Got Another Thing Comin’”, para sellar el por qué son los Dioses del Metal, hoy y por siempre (aún cuando se cumpla la profecía para el año 3797) y por los siglos de los siglos…
Con especial dedicatoria a mis acompañantes Carlos y Ricardo y un afectuoso saludo a mi amigo Donaciano, quienes también son fervientes religiosos.