G3
Ahora Dios está sentado a la derecha de John Petrucci.
Por Carlos Zaldívar
Apenas iniciaba el ocaso del día diecisiete y la gran mayoría de fans ya estábamos dentro del recinto de la calle de Independencia: el Teatro Metropolitan.
Los, ahora Dioses, de las guitarras se presentarían en vivo en esta caótica ciudad, una vez más. Esta vez alinearon: Joe Satriani, John Petrucci y Eric Johnson.
Por extraña ocasión el lugar estaba repleto de fieles al trío de cuerdas. Abarrotado, y con una temperatura creciendo constantemente, el Metropolitan recibió al trío apocalíptico y el fantástico concierto dio inicio en punto de casi las diez horas.
Iniciamos con el plato fuerte: John Petrucci, quien ofreció más que una clínica de guitarra, una odisea lírica donde aprovechó para hacerle el amor a la guitarra con lujuria y pasión. Esa guitarra que gemía a miles de decibeles, y que seguramente Petrucci gozaría con sus manos, mismas que pareciera que eran intercambiables entre rola y rola.
En este momento, constaté que estaba presenciado lo que sería uno de los mejores conciertos de mi vida. ¡Excepcional!
Después de casi una hora, Petrucci se despidió y llegó al escenario otro Dios de los grandes: Joe Satriani.
A diferencia de Petrucci, Satriani hace el amor con la guitarra, sodomizándola hasta llegar al éxtasis que nuestros oídos agradecen infinitamente.
Eric no llegó como solista, sino hasta el JAM final.
Pensamos que Petrucci cerraría el ciclo de solitas, pero para sorpresa, fue quien lo inició. ¡Comenzamos quemando los buenos cartuchos! Desde el primer guitarrazo sabía lo grandioso de este evento.
Satriani se aventó casi una hora adorando y manipulando la guitarra como el mismísimo demonio al trinche. Es una extremidad más.
Después de poco más de 2 horas, salió Eric y después de unas notas sobre las cuerdas, entonaron los tres Dioses, la ya legendaria VOODOO CHILD del maestro de maestros, Hendrix.
Eric tomó el micrófono y estuvo a cargo de la voz de Voodoo Child, tal como Hendrix lo habría hecho: con pasión, locura y acompañado de otros jinetes apocalípticos traídos del paraíso.
Con esta rola, constatamos que era el valor agregado de nuestro boleto. Y también supe que cerrarían con una más: ROCKIN’ IN A FREE WORLD!
Y así fue.
Estuvimos presentes en uno de los mejores conciertos de rock en la historia, con tres grandiosos y polifacéticos guitarristas y que ahora son considerados de los mejores del mundo, dentro de la segunda camada de los mismos.
Tres virtuosos de las cuerdas que llevan en la sangre, ese divino don, que se refleja en sus manos, al “relacionarse” con ese instrumento al que Hendrix le cambió el significado de su existencia: la guitarra.
Gozamos de rolas como: Back Pages, Trade Mark, The Extremist, Brilliant Room, Jaws of Life, Glasgow Kiss, Flying in a Blue Dream, Redshift Riders y obviamente las del JAM Final.
A mi gusto, Petrucci se llevó la noche, para otros fue Johnson y para otros fue Satriani, pero eso si: de los tres Dioses, fue su noche.
Al finalizar el concierto, la misma pregunta nos hicimos: ¿Qué tienen en la mano, en el cerebro? ¿Qué o quién hace que toquen de esa manera? ¿Qué se inyectan? O ¿Con qué se drogan? ¿Hacen el amor normalmente o se imaginan a su guitarra en su pareja?
En fin, cuestiones que ni ellos mismos pudieran resolver. A fin de cuentas solo descargan las ganas de brindar puro, total y absoluto Rock & Roll.
Ya repetiremos cuando regresen, y espero que traigan a Vai, o a Fripp; o mejor aún, ¿Por qué no, se convierten en un G5?
Ahora sí, completaré la frase de mi hermano Memo:
“No sólo de Rock vive el hombre… es de lo único que debe vivir”
¡Nos vemos con The Who!
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