Deep Purple - 2003


DEEP PURPLE

Droga púrpura circulando por nuestras venas.

Por Carlos Zaldívar

Camino al recinto del paseo de la reforma, caminaba y recordaba aquel par de conciertos anteriores, ambos diferentes y la duda era el desarrollo de este nuevo tour. Hoy llegaban con Bananas, su más reciente colección de éxitos, que por cierto está ya disponible en vynil, sin perder el sello del metal que los ha caracterizado siempre.

Con la incógnita en mente, arribé a mi butaca, a esperar a los maestros del rock puro. Sabía de la ausencia de Jon Lord, nadie lo puede reemplazar, aunque Don Airey venía al mando de los teclados, con excelentes y hábiles manos en aquellos. Así que apenas las manecillas marcaron las ocho horas con treinta y siete minutos y se dejaron venir los estruendosos guitarrazos de lo que sería “Highway Star” y continuaron con “Woman From Tokyo”. Sabía que el recital sería toda una cátedra de metal puro, esa música que fluye por nuestras venas que al calentarse nos sube el temperamento, de una profunda tranquilidad hasta un éxtasis incontenible que termina en un orgasmo cerebral. Seguro que no se repetiría lo del año dos mil en que la orquesta de Las Américas empezó a convertir a Deep Purple en un paliativo musical. Hoy sería diferente. Ian Gillan, si no la mejor, una de las mejores voces en la historia del rock, mostró que los años no pasan en balde, al contrario, adquieren experiencia e inyectan adrenalina al corazón una vez que están en el escenario. Nos ofrecieron excelentes rolas del Bananas, como “Haunted”, “Silver Tongue” y una extraordinaria balada inspirada por Steve Morse, “Contact Lost”. Gillan agradecía constante e infinitamente a los creyentes de esta religión que siempre existirá. Continuaron los éxitos y llegó el turno para Don Airey, quien inició un grandioso popurrí de temas de eco mundial, desde el fantasma de la ópera hasta una obra maestra de John Williams, Star Wars… y así fue el preludio para “Perfect Strangers”, ¡Que cuerdas de Steve Morse y Roger Glover! En cada momento sorprendidos por la respuesta de nosotros, sus fervientes seguidores, y de la adrenalina púrpura que flotaba en el auditorio. Por su parte Morse lució y nos deleitó con una clínica de guitarra, desde la lección uno hasta la máxime, pasando por secciones musicales de Zeppelin, Rolling Stones, AC/DC, ZZ Top y The Beatles entre otros, que sirvieron como entremés para el plato fuerte de “Smoke On The Water”, aquella poesía que participara en el Montreaux Festival por los años setenta.

Destacó el momento dedicado a la tragedia del Columbia, donde presentaron residuos de los cd’s que iban a bordo del transbordador, y tras breves comentarios, se lanzaron con “Contact Lost” para después entrar a la pausa precedente al encore final. Con el clamor de más de nueve mil almas hacia sus píos del rock, regresaron para culminar con un estruendoso y silencioso “Hush” y la bíblica de “Black Night”. Así finalizaron los más de ciento diez minutos de esa misa nocturna, profunda y llena de alabanzas al quinteto de Deep Purple.

Después de presenciar la majestuosidad de Morse en las cuerdas, casi no se extraña a Blackmore. Hoy son el quinteto perfecto del rock puro, del metal y de cualquier música, quienes seguirán influenciando y evangelizando a millones de almas perdidas, por los siglos de los siglos…

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