Fortaleza Invisible

 


No necesitamos muros de piedra ni techos dorados,

no hay castillos ni palacios que resistan el paso del tiempo,

pero nosotros, amor,

nos construimos en cada beso, en cada caricia,

en cada mirada que diste cuando yo no era nada,

cuando el mundo no significaba una maldita cosa.

 

Te digo que somos más que cualquier cúpula dorada,

más que cualquier templo perdido en el desierto de la historia. 

Somos los cimientos, el mármol y el fuego,

somos las columnas que sostienen los cielos,

y bajo nuestras manos,

bajo nuestra piel, y el Sol en iluminando tus piernas,

se eleva un palacio eterno,

un refugio que no conoce de desgaste.

 

Las paredes están hechas de nuestras risas a medianoche,

de tus dedos recorriendo mi espalda como si buscaras

escribir tu nombre en mí.

El suelo, amor, es cada palabra que susurramos, 

cada promesa que nunca romperemos

aunque el mundo, a veces,

quisiera hacernos polvo. Navegamos contra marea.

 

No habrá ruinas en este palacio, 

porque somos la piedra y somos el viento.

De eso, me encargo yo, tu príncipe azul.

 

Tu cabello es la seda que cubre nuestras ventanas,

y tus ojos, esas estrellas que nunca se apagan.

 

Yo, por mi parte,

soy el león a tus pies, el elefante con poder para protegerte,

el que vigila tus sueños,

el que te espera en cada rincón de esta fortaleza, de este palacio.

 

Aquí no entra el miedo,

aquí no entra el olvido.

El amor se alza como torre imbatible,

como fuente que nunca se seca.

Y aunque el tiempo pase,

aunque nuestras manos envejezcan,

el palacio que somos no caerá.

Nuestras paredes son más fuertes que la historia, y apenas van dos meses de construcción…

Y nuestros techos son más altos que cualquier cielo.

 

Ven aquí, amor,

bésame como si fuéramos dos reyes de un reino que nadie más puede ver.

 

Déjame construir cada beso,

déjame poner la última piedra,

y cerrar con tu boca la puerta de este refugio eterno.

 

Porque, al final,

no seremos nada más que este palacio, 

tú y yo,

unidos para siempre

en un lugar que solo nosotros conocemos,

donde siempre seremos libres,

donde siempre seremos reyes.

 

Bésame, 

y construyamos, 

una vez más, 

nuestro amor inmortal.

 

Te amo inmensamente.

A dos meses.


 

Desnuda, bajo el Sol

Las piernas de mi amor

son dos líneas de fuego bajo el sol,

suaves y casi largas,

brillando como si el mismo cielo las hubiera dibujado.



La luz acaricia su piel,

resbala en esa curva que invita,

como el borde de un precipicio

donde uno quiere lanzarse sin pensar.


El calor las besa,

y yo miro, me muerdo los labios,

como quien contempla una fruta madura

a punto de caer.


Le digo:

"Desvístete, amor, deja que el sol

se emborrache contigo.

Que no haya tela entre tú y la locura,

que el aire bese cada rincón

que me pertenece y al sol, ahora también." 


Porque luego, voy a besar esas piernas tan excelsas.


Sus piernas, el Sol y... nuestros besos.