UNA GOTA DE AGUA EN EL OCÉANO

Por Carlos Zaldívar

"Nada es casual, todo es causal"

"Es bueno estar aquí"


El metro de la CDMX mueve diariamente a poco más de 4.6 millones de pasajeros en todas sus rutas. Es de las ciudades más grandes del mundo.

Son miles y miles de personas que chocan, se tocan y ni se observan, porque van con la mirada deprisa, con la mente ocupada en sus quehaceres, preocupaciones y con la presión del tiempo.

Diariamente uno se puede detener, en cualquier momento, un par de minutos y observar a los usuarios, ¿qué estarán pensando? ¿A dónde van o de dónde vienen? ¿Van felices, tristes, enamorados o deprimidos?

No es tan difícil adivinar y saber con certeza las respuestas.

Millones de personas, en casi 195 estaciones del sistema del metro de la selva de asfalto, se mueven día con día.

Es más, si el servicio que otorga el metro, es de 20 horas diarias, aproximadamente, entonces…

 

Bueno, ahora tú eres un pasajero, de entre esos 4.6 millones, que va triste, enfocado al trabajo, y muy pensativo, recreando momentos personales; porque tienes el tiempo. Vas en un trayecto de casi dos horas, para atravesar la ciudad, del punto de tu trabajo al de tu casa. Y en ese breve lapso, piensas en el amor o el desamor. ¿Qué tan posible es que te encuentras con un amigo a quien no has visto en décadas? Además, viven en los extremos de la ciudad.

 

Un día me levanto, me arreglo y me dispongo a trabajar. Y en un pestañeo viene a mi mente la imagen de aquel amor que tuve en la Universidad, muy lejano.

Sonrío.

Y pienso otra vez: - esa mujer me hizo muy feliz. Y si hubiera…

Pero checo las manecillas de mi reloj, y debo partir. Además - el si hubiera, no existe – me dije a mí mismo.

Corto el pensamiento, y me enfoco a mi soledad, en mis quehaceres, y en detalles del día que debo resolver.

¡Ah, esos recuerdos!

 

En otras ocasiones, durante el trayecto pienso en el auto que compré y en las llantas deportivas que le hacen “falta”.

 

En trayectos cortos, pienso en el nuevo LP de Black Sabbath que quiero comprar.

 

Rara vez debo utilizar el transporte de la CDMX, porque mi trabajo está cerca, salvo ocasiones en que deba ir al otro extremo de la ciudad a asuntos diferentes.

Pero, me regreso a la pregunta de párrafos arriba, ¿qué posibilidad habría, con las condiciones antes mencionadas, de que pudiera encontrarme con mi amor de aquella época? Haciendo matemáticas, habría hoy, casi un cero por ciento, sería casi nula esa posibilidad. De hecho, sería un cálculo de: 0.00000000000000473% de que sucediera.

Sería, utópicamente como encontrarte con la aguja, al sentarte en el pajar; o como encontrar a aquella gota de agua dulce, en mar abierto; o no sé, simplemente es como imaginar lo imposible. Y a veces es bueno soñar e imaginar.

 

Porcentajes, cálculos, sueños, imaginaciones sobre el amor y desamor. Todo eso se piensa en segundos o en minutos, depende del trayecto en el que vayamos, caminando, descansando, o en el trayecto de algún transporte.

 

Ni recuerdo exactamente porqué terminé aquella relación. Fue sexo brutal, besos apasionados, aventuras desenfrenadas y mucho café, delicioso.

Y pasaron lustros

Posibilidad casi nula.


Debía atender a un cliente al otro lado de la ciudad, así que tomé el metro de la línea azul, y debía llegar al final de la línea verde. Del norte de la ciudad a Ciudad Universitaria. La opción rápida y económica: el metro de la CDMX.

 

Y al regreso, misma ruta, con audífonos al máximo volumen, y dormitando junto a la ventana, comencé a pensar en mil pendejadas, del día, del día anterior y en las subsecuentes, carajo, pero si para eso soy experto.

 

Y justo en ese trayecto, casi al punto del mediodía, con un clima fresco, poca gente en el vagón; me tocó con un dedo. Pensé que era un vendedor, de esos que te dejan su mercancía y luego cantan la letanía para que les compres, y al final, recogen el producto.

Pero insistió y hubo un segundo “dedazo”, y fue que, con un inicio de enojo, abrí los ojos para ver quién era y decirle que “no, gracias”, pero no sucedió. Fue en milésimas de segundo que mi rostro cambió, el corazón se me aceleró, la adrenalina se fue al máximo y mi cerebro implotaba mientras mis pensamientos se revolvían entre miles de fotos y recuerdos en un nanosegundo.

¡Era ella!

Aquel porcentaje de poder encontrar a aquel amor, sucedió.

Entonces, volvieron las sonrisas en los rostros, los besos y pocos días no tardaron para fusionar nuestros cuerpos, como los mismos jóvenes en que nos quedamos desde la última vez.

 

Y todo pasa exactamente en el momento justo, en que debe pasar.

Cuando me pregunté, ¿por qué nos separamos? ¿Y por qué a mí? Y otras tantas interrogantes no supe las respuestas. Y a veces te enojas contigo mismo y con el destino.

 

Aquel momento, en el metro, y en milésimas de segundo, supe todas las respuestas anteriores.

 

Siempre estás es mi mente.

 

Siempre te beso, te desvisto y te amo.

 

Siempre ha sido así, desde antes de conocernos, desde que éramos polvo de estrellas; y será así, por la eternidad y viajaremos por el espacio sideral, comiéndonos a besos, como hoy.



Noviembre, 2023


 

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