EL DESEO DE UN SUEÑO
Recorrerte a besos, sentir todo el aroma de tu piel y terminar donde inicia el deseo por más placer. Podría reflejarse en una novela de placer, pero no; se refiere simplemente a una realidad virtual, un sueño que sientes y que te hace placentero el día siguiente, si despiertas.
Sumergirnos en la incógnita de “portarse bien” o “portarse mal” no tiene sentido, porque emergeríamos súbitamente con la mismísima incógnita. Es más, ahora deberíamos referirnos entre las obras autorales entre Dios y el Diablo. ¿Dios de qué y Diablo de qué? El Dios de las tinieblas y el Diablo del paraíso… Simples términos que se escabullen entre lágrimas de deseo. Porque ya no existen y oportunamente están ahí. Podríamos iniciar repasando los escritos de San Juan, San Mateo o del mismo San Agustín para terminar con los de Alphonse Francois o Apollinaire. Y seguiríamos igual.
Importante es saber distinguir entre lo bueno y lo malo con base en nuestros sentimientos, de placer o de culpa. Es más, hay que atrevernos en cambiar la culpa por placer, siempre y cuando no afectemos a terceras personas. Esto es vital.
Así pues, retomemos el sueño del placer. ¿Convertirlo en realidad? O ¿Arrepentirnos de no convertirlo en realidad? ¿Nos podremos arrepentir de hacerlo realidad? No tengo las respuestas. Hoy que recuerdo esos momentos, sólo quiero volver a dormir, para no escapar de la realidad, sino viajar por un puente luminoso hacia una realidad paralela, no para llegar al final, porque ya lo conozco; únicamente para continuar ese placer, ese sentimiento de más deseo y mayor calidez en nuestras pieles.
Nos es una historia burda ni líneas novelescas, son palabras del deseo permanente. Cada vez que te veo… cada vez que te beso…
No pensaré en el mañana, porque jamás va a llegar y pensar en el pasado… no existe. Hoy te beso y te disfruto… nos disfrutamos.
El desenlace ya lo conozco, pero, ¿lo compartiré contigo? O ¿quieres vivirlo? Recibe mil besos.
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