ACCEPT en México
De Beethoven a Accept, la historia imposible de creer
Accept: Blood of the Nations Tour 2011.
Circo Volador, 8 de Mayo, Ciudad de México.
Por Alejandro Corral
“So out of a funny little idea we created somewhat of a monster”
Wolf Hoffmann, guitarrista y co-fundador de Accept
Hablando de la canción “Fast as a Shark”
Andy Sneap es el nombre del talentoso personaje detrás de la producción, mezcla y edición del último disco de estudio firmado por la banda teutona Accept. Además de su actividades detrás de decenas de bandas como consolidador final de sonidos (entre las que destacan Kreator, Megadeth, Exodus, Arch Enemy o Cradle of Filth), Andy es fan del metal desde su niñez en Inglaterra y guitarrista de una banda de thrash metal llamada Sabbat, en honor de ya saben quien. Cuenta el susodicho que en sus años de puberto, estaba obligado a presentar un examen final de química y en vez de presentarse a tan obligada tarea, prefirió escabullirse a una tienda discos que anunciaba para ese día la venta del vinilo “Restless & Wild” de Accept; con tan buena suerte que en el camino se encuentra a su padre y éste, en vez de soltarle un sermón moralista, prefirió llevar a su retoño a la tienda y comprarle tan ansiado material. Desde ese día (y tal vez mucho antes) la música sería más importante que la química, física y matemáticas juntas. Dos décadas después el azar, ese maldito entrometido, lo llevó a conocer a Peter Baltes y Wolf Hoffmann (líderes de la agrupación); le pidieron producir su nuevo trabajo, del cual traían algunas grabaciones y demos. Sin pensarlo aceptó, pero recomendó a los interpelados escuchar los discos de la banda de principio a fin, realmente escucharlos, con esa devoción propia de los adolescentes en épocas de escuela. Hoffman refiere ese episodio como fundamental para la concepción del nuevo trabajo. Andy conocía de memoria, corazón y alma las canciones de la agrupación y sabía por donde irse. El resultado es a todas luces extraordinario, pero regresemos a 1976.
Ese año marca la profesionalización del grupo en la pequeña ciudad de Solingen, al oeste de Alemania, aunque su gestación haya sido desde 1968 bajo la batuta del vocalista Udo Dirkschneider. Con Baltes en el bajo, Hoffmann en la guitarra principal y el tremendo Stefan Kaufmann en la batería (además de un segundo guitarrista), se completaba la alineación que en 1979 lanza al mercado una ópera prima homónima que no tiene mucho de rescatable, tal vez la portada que ha sido la mejor en su carrera, porque si de algo han adolecido estos arios es de un buen diseñador gráfico para sus materiales. Ya en 1980, por otro suceso harto afortunado del destino, conocen a Alex Young, hermano mayor de la dinastía Young, mejor conocida por ser la columna vertebral del grupo AC/DC. Ese Alex es responsable de regalarles su primer éxito, “I’m a Rebel”, que utilizaron para nombrar también el álbum. Además conocieron al productor germano Dirk Steffens, músico de conservatorio, quien tocaba el piano y la guitarra, y quien también les presentó a Ludwig Van Beethoven, del cual tomarían muy buenas ideas. Este disco no es tampoco algo fuera de lo normal, es más, salvo el tema principal muy poco tiene de rescatable, pero sentó las bases del sonido característico de la banda; la voz de Udo ya comienza a tener una proximidad con Bon Scott, gracias a Alex Young. Cuando salió al mercado “Breaker” (1981) hablamos, ahora si, de los grandes trabajos, de la época dorada, de la consolidación. Este álbum tiene la enorme peculiaridad de ser mezclado por el talentosísimo Michael Wagener, en cuyo currículum vítae encontramos mezclas y/o producciones como “Master of Puppets” de Metallica o “No More Tears” de Ozzy. Además tuvieron la enorme fortuna de salir de gira de promoción como teloneros de Judas Priest y de los maestros de las guitarras dobles del Heavy Metal, aprendieron como nadie el oficio. “Restless & Wild” (1982) documenta el nivel de perfección que alcanzaban los alemanes en esto del Heavy Metal, aunque sin lograr el éxito comercial despiadado, tal vez para bien de la banda, porque si lograron un enorme respeto dentro del mundo del rock pesado. “Balls to the Wall” (1983), repitiendo la fórmula Wagener/Steffens en la producción, alcanza el punto más alto en el ‘mainstream’ y es en este disco donde puede entenderse la esencia de la banda: guitarras pulidísimas, batería impecable y potente, un bajo por demás grandioso, coros hechos por los propios músicos (un sello característico) y la siempre sorprendente voz de UDO que nos hace pensar en un gigante alemán de dos metros, cuando en realidad es un chaparrito regordete. La gran racha se cierra con “Metal Heart” (1985), un disco muy peculiar, explotando elementos de la música clásica y con toques de rock progresivo, cortesía del productor Dieter Dierks, eterno colaborador de Scorpions (los más famosos del rock pesado de esa patria) y promotor del Krautrock, o rock progresivo alemán. Algunos momentos soberbios son capturados en vivo para el álbum doble “Staying a Life” (1990) de la gira de promoción realizada durante 1985 por tierras niponas.
Todavía en 1986 alcanzan un buen nivel con “Russian Roulette”, retornando a un sonido más cargado a sus primero discos y sin ganas de volver a trabajar con Dierks. ¿Una mala decisión? Quien sabe, pero los discos posteriores hubieran sido otros si el mencionado productor se hubiera quedado con ellos. Comenzó pues la época de los discos auto-producidos.
La única excepción (por la mala acogida del disco de la ruleta rusa) ocurrió cuando trajeron de vuelta a Dierks para lanzar un disco sin Udo, quien había decidido irse por su cuenta y probar en solitario bajo el nombre U.D.O. “Eat the Heat” (1989) fue el nombre de ese raro trabajo y del cual pude rescatarse la totalidad del mismo, sin embargo en lo comercial fue un rotundo fracaso. Se hablaba entonces de la desaparición de la banda, sin embargo tres nuevos esfuerzos auto-producidos y sin una relevancia real nos llegaron en el transcurso de cuatro años: “Objection Overruled” (1993) el mejor de todos, Death Row (1994) y Predator (1996). El primero se manejó como un reencuentro y del mismo se desprendían ciertas nostalgias metaleras de buen nivel, sin embargo cuando entró 1997 el rompimiento fue definitivo.
Debieron pasar 14 años, casi tres lustros para volver a saber de Accept (excepto otra reunión allá por 2005 en unos festivales europeos) y lo hicieron reconstruyendo la banda, bajo la batuta del mentado Andy Sneap. Para ello se trajeron a bordo a un baterista experimentado en el arte del metal en serio, el también alemán Stefan Schwarzmann (quien ya los había acompañado en la gira del 2005) que en su haber tiene participaciones con otras dos bandas emblemáticas del metal germano como Helloween y la misma U.D.O. También tiene su historia con los suizos de Krokus, donde experimentó el lado más agresivo del género para el disco del 2006 “Hellraiser”.
También invitaron al guitarrista Herman Frank, colaborador en el legendario “Balls to the Wall” en la guitarra rítmica y para ya no estar con los dimes y diretes del eterno Udo, sin buscarlo, encontraron en el estadounidense Mark Tornillo la nueva voz e imagen de la agrupación, a raíz de unas sesiones informales que lo juntaron con Hoffman y Baltes. Así, con la columna vertebral intacta, pero con sangre y aliento renovados, el año pasado presentaron su “Blood of the Nations”, catapultándolo de inmediato al “Top 100” en once países del viejo continente y llegando en su natal Alemania a la cuarta posición, lugar nunca antes alcanzado. Y no es para menos, este nuevo Accept viene de manera literal rompiendo madres y tímpanos, con una potencia nunca antes escuchada y haciendo de este nuevo material su mejor y más completo disco a la fecha, y eso ya es mucho decir, porque en los ochenta ellos fueron por mérito propio de lo mejor que el metal nos ofertaba. Ahora por primera vez se presentarán en México y por supuesto que los estaremos esperando.
La Crónica
Un domingo tranquilo, apacible y lleno de realidades que se topan en la cara cuando uno viaja en metro. Un México maravilloso, pintoresco, tan lleno de contrastes parece encontrar en los vagones del tren urbano un refugio impersonal, una morada involuntaria y un lugar de reunión donde todos los personajes posibles tienen cabida. Una parada antes de la estación “La Viga” en honor del legendario y ancestral mercado de pescados y productos del mar, comienzan a notarse aquellos seres emergidos del rock más pesado que pudiese escucharse. Ataviados del obligado negro, con playeras alusivas a agrupaciones del género, decenas de jóvenes (y no tan jóvenes) emergían del subsuelo para dirigirse hacia uno de los pocos espacios a contra corriente con los que cuenta la ciudad: “El Circo Volador”, con su modestísimo escenario (antes cine propiedad de la extinta Compañía Operadora de Teatros SA), pero con todo el entusiasmo de seguir exhibiendo desde cine gótico hasta el más experimental metal que pudiera llegarnos de Europa. Docenas de conciertos, exposiciones, maratones fílmicos, talleres, recitales, actos políticos han encontrado un foro de expresión, un espacio casi natural y lo han abrazado con todas sus fuerzas. En un Lobby improvisado, donde antes se encontraba la dulcería, el expendio de cervezas y algunos dulces, para no desvirtuar el origen; sus paredes, unos semi-murales relatando los horrores del infierno, las novedades del Apocalipsis y cientos de criaturas horripilantes. Ya en la sala, donde antes se alzaba la gran pantalla, ahora se ha levantado una tarima, en el lugar destinado para los asientos de luneta, en teoría los más cómodos, se han dejado los desniveles para recibir al público de pie y en el balcón se han respetado los asientos. Según datos del lugar, la capacidad instalada permite recibir a unos 3,000 asistentes y la entrada estaba programada para las 19:00 horas. Una hora antes estábamos recorriendo los escasos puestos (un gran amigo y su ahora enorme hijo), donde las playeras eran el artículo promocional más socorrido. También había algunos verdaderos artículos de colección, onerosos y fascinantes: álbumes de edición limitada, discos de vinilo importados, DVD’s originales con presentaciones en vivo de varios artistas difíciles de encontrar. No por nada son locatarios del mercado del Chopo los que improvisan este mercado para ofrecer sus productos.
Después de unas exageradas medidas de seguridad para acceder primero al recinto y luego al pie del escenario, en punto de las 20:00 horas y con las respectivas cervezas en mano, recibimos a los mexicanos de War Kabinett con un concepto de Heavy Metal gótico bien elaborado, pero con algunas fallas en el sonido. Muy prendidos, dejaron al público listo para recibir a los teutones.
Cuando el reloj marcó las 9 de la noche, una enorme manta con el nombre de Accept y algunas alusiones al nuevo disco se descubrieron y de manera casi simultánea se apagaron las luces. Se acomodó el baterista del apellido complicado detrás de su instrumento y comenzaron los acordes del primer tema. En total serían 19 piezas, recorriendo sobre todo la época dorada de la banda y por supuesto la última entrega. Una novedad fue la ausencia del guitarrista Herman Frank, por la hospitalización de emergencia en Houston, TX, debido a un accidente durante su show en esa ciudad; varias costillas rotas y un pulmón perforado fue el saldo de tan azaroso incidente. Su contraparte melódico, el extraordinario Wolf Hoffmann se haría cargo de todo el trabajo con la siempre caprichosa guitarra. Teutonic Terror (Blood of the Nations, BOTN de ahora en adelante) fue la primera entrega y del mismo disco nos regalaron Bucket Full of Hate. Cabe mencionar que desde que se apagaron las luces hasta que, dos horas después, se encendieron de nuevo, la energía, el entusiasmo y la entrega de los integrantes del grupo fue de aplaudirse. También vale la pena señalar el buen comportamiento de los mil seguidores que nos dimos cita. Ningún incidente y todo fue una convivencia donde el rock fue el pretexto perfecto para cerrar una semana más.
Starlight fue la primera canción rescatada del baúl de los recuerdos, ésta, del “Breaker” (1981) y la cual compartimos con un ánimo casi suicida al reventarnos la garganta con tanto grito. Del mismo álbum el tema homónimo que cimbró los cimientos del circo volador. Para New World Comin’ (BOTN) todo era una hermandad de playeras negras, cuernos formados con las manos al aire y cientos de gargantas coreando cada estribillo. Hoffmann respondía con unos rifs magistrales y en el bajo el señor Baltes con su abundante y rizada cabellera, a lo afro, daba cátedra de interpretación y el ex-Krokus en la bataca, reventaba a madrazo limpio cada bombo y platillo. El amigo Tornillo aprovechó para leer unas palabras en español y explicar la razón por la cual el otro guitarra Frank estaba ausente esa noche. Y llegó desde 1982 Restless & Wild (R&W), del disco del mismo nombre y la locura podía cortarse con cuchara. “La muchacha quiere ser actriz, el muchacho motociclista (easy rider), ellos quieren vivir……. Restless & Wild”. Toda esa rebeldía de los años mozos, contrastando con los temas del BOTN más cargados a la crítica, al poder destructor de las guerras, a la sangre derramada en las calles, a los políticos corruptos, a las grandes corporaciones despiadadas.
Haciendo honor al país hispano parlante en el que se encontraban, del Objection Overruled (1993), interpretaron Amamos la Vida, así con el título en castellano, como un raro ejemplo de balada metalera para descansar un poco los ánimos y recobrar el aliento. Y si, amamos la vida y si, estamos hasta la madre y sí señor Sicilia, estamos con usted por los mismo, por que esa sangre de las naciones de las que habla Accept se ha derramado cruel e irresponsablemente en la nuestra y por eso estamos hasta la madre, por eso No + Sangre.
Del Russian Roulette (1986) interpretaron Monsterman, como preámbulo a un pequeño milagro: cuando llegó el turno de Metal Heart (del disco homónimo de 1985) Tchaikovsky y Beethoven fueron los invitados de honor. El ruso primero con una breve introducción de su marcha eslava; para la mitad de la interpretación el pequeño milagro del que hablo ocurrió de manera casi tan natural como la respiración de un millar de pulmones: haciendo un coro homogéneo, al compás que marcaba la guitarra de Hoffmann, el tema de “Para Elisa” del genio alemán, se escuchó por un minuto como un grito común, como una exhalación que nos hermanaba de un modo difícil de explicar. Y viene a mi mente un diálogo de la película alemana “La Vida de los Otros”, ganadora del oscar a mejor película extranjera y recordada en México porque le arrebató el galardón al “Laberinto del Fauno” de Guillermo del Toro. En una secuencia el actor principal (un dramaturgo y escritor en los años de la RDA) hablaba con su pareja de que Lenin había dicho una vez que necesitaba dejar de escuchar a Beethoven, de lo contrario nunca terminaría la Revolución. Con el departamento intervenido por una agente de la Stasi (policía secreta en la Alemania Democrática), el susodicho funcionario se conmueve y al escuchar la “sonata para un hombre bueno” (en la película acreditada a un amigo recién suicidado en la historia) interpretada al piano por el escritor, comienza la transformación clave del férreo investigador. Guardando las debidas proporciones, esa misma transfiguración ocurrió a cada uno de los asistentes cuando movidos por una melodía inspirada en una pieza clásica, hicimos un gran coro e hicimos de ese momento, una gran convivencia colectiva; la música lo hacía de nuevo, había conseguido un pequeño milagro.
Siguieron con Neon Nights (R&W) y Bullet Proof (Objection Overruled), donde intercalaron unos solos de bajo/guitarra de Baltes/Hoffmann, con un mano a mano entre ellos, donde muy divertidos sacaban notas y acordes de sus instrumentos de manera casi irresponsable, pero muy aplaudida por el respetable. Después llegó uno de sus mejores temas con Losers and Winers (Balls to the Wall – BTW, 1983) que en lo personal festejé de manera emotiva. Del Russian Roulette rescataron Aiming High, pieza que dejó un buen sabor de boca para recibir Princess of the Dawn (R&W) como tal vez la mejor interpretación, si es que nos aventuramos en escoger algo de lo tan rico y variado de la noche. Historia cargada de dragones, princesas y leyendas teutonas. Para Up to the Limit (Metal Heart), sabíamos que estábamos en los estertores del concierto y el primer final llegó con la fabulosa No Shelter (BOTN), donde otra vez retumbó el coso de La Viga y despertó a todos los fantasmas y monstruos dibujados en la pared. Se despidieron, pero sabíamos de antemano que algo nos debían.
En el sonido ambiental se escuchó el estribillo de una canción alemana infantil del siglo XIX, introducción inocente, contrastando con el poderoso Fast as a Shark (R&W), considerada una de las mejores piezas del Heavy Metal por su composición muy al estilo del speed o thrash metal, cuando estos géneros aún no se definían. Luego el último tema del BOTN con Pandemic, de lo soberbio de su nueva producción, preparándonos para lo que sería el obvio cerrojazo, el tema más esperado de la noche, un himno del metal, toda una tradición y sello característico de la banda: Balls To The Wall (sobra decir de cual álbum). “Son muchos esclavos en este mundo, muertos de tortura y dolor, mucha gente no ve, que se están matando ellos mismos….. ellos piensan que los esclavos siempre pierden y su miedo los mantiene indefensos….. pero van a romper sus cadenas y no los van a poder detener, van a venir por ti y entonces tendrás tus güevos contra la pared…….” Tema que invita a una rebelión de los oprimidos, con unos coros exquisitos que de nuevo sonaron como un colectivo de mil gargantas. “Balls to the wall yeahhhhh, balls to the wall…..” Y con los güevos, no contra la pared, sino en la garganta de tanto gritar con los mismos, se acabó la presentación y de muy buen humor nos retiramos del lugar. Otra vez, una más, la música había logrado sacar de nosotros lo mejor, lo más humano y de vuelta al tren urbano de regreso a casa, uno se topa con la cruel realidad de lo cotidiano; y es imposible no pensar algo: algún día, esos oprimidos, esos esclavos como los llaman en la canción, se van a levantar. Tantos polvorines, tantos muertos, tantas balas, tanta sangre han colmado la paciencia de muchos. La sangre de las naciones ha pintado muchas calles. Por lo pronto, sentado en un vagón del metro, sigo tarareando las canciones y estoy de muy buen humor.
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1 comment:
Ese amigo era yo, y ese enorme hijo era Ricky.
Buena crónica,que me llevó a volver a vivir esos momentos coreando el "Metal Heart", "Fast as a Shar" y el "Balls to the Wall" con.... güevos.
"La Vida de Otros" no la he visto, pero ya la bajaré para estar en el mismo canal.
Nos vemos a la siguiente, mi querido hermano y que ojalá YA NO MÁS SANGRE...
CZ.
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