PEDRO "MAGO" SEPTIÉN
Pedro “El Mago” Septién
¡Larga Vida al Rey!
Por Carlos Zaldívar
“La pelota se va, se va… y ¡home run!”
Pedro “El Mago” Septién
El juego está muy apretado y la diferencia es mínima: apenas de una carrera. Las almohadillas están llenas, la cuenta al máximo y dos outs, el cuarto bateador está en turno, y… en el baseball todo puede pasar.
La conmoción nos pone de nervios, rezamos por un strike o por un hit, depende de nuestro equipo favorito.
Novena entrada, el pitcher mira la señal del receptor, y… ¡lanza!
La emoción es inminente, pero el sabor y los nervios crecen más cuando el Mago, Don Pedro Septién era quien estaba detrás del micrófono, poniéndole más vibraciones a la transmisión y haciendo una excelente memorabilia sobre los sucesos en el diamante.
Nacido en Marzo de 1916 en el estado de Querétaro, Don Pedro “El Mago” Septién ha sido y seguirá siendo (y por mucho) el mejor cronista del Rey de los Deportes: el Baseball.
¡Cómo no olvidar aquellas transmisiones en los que muchos gozamos los partidos de baseball de inicio de la década de los ochenta!, y mucho menos aquella serie mundial entre Dodgers y Yankees; y afortunados quienes vivimos en algún momento la Fernandomanía en Los Angeles. ¡Y ya han pasado poco más de 27 años!
Pocos peloteros han logrado la hazaña de los 20 partidos completos e igual número de triunfos. Hoy, los pitchers son afortunados si bien llegan a la 7ª entrada.
Aquellas narraciones, y con la experiencia de haber transmitido en vivo más de 40 series mundiales, son inolvidables.
El Mago se inició con el Rey de los Deportes a la edad de 22 años, y en aquel entonces el baseball en la Ciudad de México tuvo mucho auge, los estadios se llenaban. Hoy, la ciudad es de las más grandes del mundo y al Foro Sol le siguen faltando espectadores.
El sabor que él le ponía a sus transmisiones enloquecía a los radioescuchas, quienes más tarde serían televidentes.
Quienes gozamos alguna de sus transmisiones por televisión, lo constatamos.
Hoy, a su gran experiencia, aún es el invitado de honor en la pantalla chica, aunque no narre el partido, pero es suficiente con las anécdotas que brotan de sus recuerdos. El baseball se debe vivir, es una religión y debe ser para siempre.
Hoy, en plena victoria de los Phillies vs los Rays en la Serie Mundial de este otoño de 2008, gozamos (y nos conformamos) con los pequeños segundos que le brindan al Mago para realizar sus comentarios.
¿Por qué otros comentaristas de otros deportes gozan de hasta horas para decir tanta pendejada? Es simple, la gente no comprende el baseball y se conforman con ver (y sólo ver) a 22 mamíferos tras un esférico.
El Mago, quien por cierto el apodo es tras haber trabajado como “croupier” en un casino (dicen que también porque en el Teatro Alameda realizaba exhibiciones de baraja y notaron su gran parecido al mago Mandrake, de los comics), ingresó al Salón de la Fama del Baseball en 1988, y por supuesto, bien merecido lo tiene. Ha narrado más de 6 mil 500 juegos de baseball.
Ha estado en este pedestal de crónicas deportivas, por su experiencia en el baseball, y además por su voz excelente, dicción y perfección del lenguaje, tanto del inglés como el español y su ímpetu por darle sabor a los juegos. Su primera serie mundial transmitida por la XEQ fue en 1939, entre los Yankees de New York y los Reds de Cincinnati.
Honor a quien honor merece.
Por esto, el pasado lunes 27 de Octubre, tuvimos el honor de tomarnos una foto al lado de esta leyenda viviente, a quien le deseo más temporadas de “clásicos de otoño”.
Tren Montealto
TREN MONTEALTO
De la máquina de vapor al Maglev.
Por Carlos Zaldívar
El pasado 3 de octubre asistí (sin haberlo planeado y con el desconocimiento de los grupos a presentarse) al excelente bar/billar Bull Pool, en Satélite. Como de costumbre, el arribo fue alrededor de las diez de la noche.
El flyer anunciaba a Parlavox y Tren Montealto, quienes para ese momento eran totalmente desconocidos para mí. Una característica del Bull Pool es brindar el espacio a bandas nuevas y otras no tan nuevas (Wrecker) para compartir la música, vivirla y sentirla en un excelente ambiente, muy rockero.
A las diez con cuarenta y cinco minutos noté que no había bandas ensayando, sólo algunos instrumentos en el stage. Poca gente y algunos jóvenes iban y venían, pero nadie subía a ensayar. Mi sorpresa inició casi a las once con veinte minutos cuando repentinamente subieron 4 jóvenes a tomar los instrumentos y sin más ni más se lanzaron con la primera rola. ¿Ensayo? ¿Cuál ensayo? O ensayaron muy temprano (cual debe ser) o ya tienen bien ensayado el setlist.
Fueron pocas rolas, pero cada una con un distintivo que me cautivó desde el inicio. “Volando”, “Acábame”, “Sin las horas”, “Detente”, “Frío 2411” y “No me puedes ver” se encuentran en su repertorio de MySpace, y obvio que en vivo es mejor (me gustaría tener el setlist de ese día).
Hoy, he tenido la dicha de haber escuchado algunas de estas rolas en vivo, el pasado viernes.
Y utilizo estos adjetivos, porque estoy muy seguro que Tren Montealto llegará muy lejos en el ámbito musical. Poseen una guitarra con un sonido conservador del rock, no tan pesadas, pero constantes, con acordes largos; las vocales claras y al mismo tiempo un poco ásperas, entendibles… diluidas en el tiempo; el bajo, claro y muy distinguible y los teclados, siempre en armonía con las cuerdas, al compás de la letra.
Originalidad es una característica congénita este Tren y en la cual deben ser persistentes, como el mismísimo Rock en la historia de la humanidad.
Este Tren va a gran velocidad, no importa cuanta, pero sí la constancia, la fluidez y la inspiración para componer, arreglar y provocar emociones en el espectador.
En la tocada a la que me refiero, bien pudo haber sido un gran concierto, pero mejor aún: no lo fue. Asistimos a una “tocada” elitista, para conocedores, seguidores y fans de la mejor música en el planeta: el Rock. ¡Puros cuates!
He sido testigo de tocadas aburridas, de presenciar a “grupetes”, esos a los que únicamente les interesa tocar en un foro junto a veinte mil grupos, y salir en programas estúpidos de tv. Y gracias a estos tengo buenos puntos de referencia, que al compararlos hace sentir a mi alma muy satisfactoria. Presenciar a grupos como Tren Montealto provoca la necesidad de repetirlos.
La sensación que provocaron fue la penuria de “pedir más”, de “ir a comprar el CD”, de “tener el boleto para el próximo concierto”… y más.
Y el orgasmo cerebral llegó, cuando en la última rola, de improviso, Beto, el tecladista y segunda guitarra, se alejó de su instrumento, caminó al frente de la batería y tomó unas baquetas para acompañar a Edoardo. Lo mismo hizo Cheyk, el vocalista: dejar la guitarra, voltearse y tomar otras baquetas y acompañar a sus “bros”… e igualmente Erik, el bajista, dejar su instrumento, voltearse y con otras baquetas acompañar a Edoardo. Estos camaradas armaron todo un escándalo poca madre, con un ritmo delicioso y extasiante, para que en no menos de 30 ó 40 segundos, el show terminara. Los músicos, viendo de frente a sus seguidores, agradecieran infinitamente nuestra asistencia.
Una idea, si no nueva, muy conceptual, relajante, acogedora… orgásmica.
Tren Montealto va de subida, y cuando llegue a ese clímax donde sólo los grandes han llegado, mis mejores deseos son que ahí puedan permanecer, que jamás se prostituyan yendo a televisoras nacionales a venderse por unos cuantos míseros pesos; ante todo, está el placer y la pasión por lo que hacemos, por lo que fluye en nuestras venas, por lo que alimenta nuestras almas: el ROCK.
Apenas es una primera impresión, pero no creo estar equivocado, y si así lo fuera… me viene valiendo un reverendo cacahuate: TREN MONTEALTO es un grupo poca madre.
Al momento de escribir estas humildes líneas, escucho de fondo “No Me Puedes Ver”, una rola muy placentera, para inspirarse.
¡Enhorabuena chavos!
P.d. estas líneas están dedicadas a Carlos, mi hijo, a quien festejamos su cumpleaños en el Bull Pool, disfrutando de este Tren; y quien además desea ser un gran guitarrista.
P.d.2. el grupo Parlavox, jamás se presentó… ¡de lo que se perdieron!
http://www.myspace.com/montetren
Comentarios: carlos@zaldivar.org.mx
Octubre 2008.